lunes, 1 de octubre de 2012

Lys Green: En un lugar seguro

- Ábreme, Bebe. Soy yo, Betty.

Betty subió andando las escaleras y se encontró la puerta del piso de Lys abierta, entró y cerró la puerta tras de sí. Mientras se quitaba el abrigo echó un vistazo alrededor. Era la segunda vez que pisaba la casa de Lys y casi ni se acordaba de ella. Sobre la alfombra del salón había una vieja caja de madera abierta y un montón de fotos esparcidas por el suelo y por la mesa de centro.
- Hola, Betty, qué bien que has venido.
- ¿Qué estás haciendo, Bebe? ¿Dónde está L...?

Justo en ese momento sonó el móvil de Bebe y esta le hizo un gesto para que guardara silencio mientras contestaba y salía a la terraza para hablar. Mientras, Betty se puso a mirar por encima los montoncitos de fotos que había hecho Bebe. No entendía nada.


Recorrió el pasillo y asomó la cabeza a las habitaciones de los niños. Algún cajón mal cerrado y algunas prendas de ropa sobre la cama, una maleta abierta con la cremallera rota sobre la alfombra, las mesas algo desordenadas... Las camas estaban hechas, pero el toque de desorden le hacía pensar en que hubiesen salido precipitadamente cogiendo algo de ropa. La habitación de Lys estaba aún peor. Un montón desordenado de libros junto a la mesilla, una bolsa de viaje y más prendas de ropa en un rincón sobre unas cajas grandes, varios zapatos bajo el espejo... Bueno, ahora le preguntaría a Bebe a qué se debía tanta insistencia para que fuera allí.

Le gustaba el dormitorio de Lys, le resultaba muy acogedor. Especialmente si lo comparaba con las habitaciones de hotel en las que solía pasar sus noches de pasión y lujuria. Por llamarlas de alguna manera. Se rió para sus adentros. Prestó atención a los detalles que le gustaría copiar. Le fascinaba La serpiente de agua, el cuadro apaisado de Klimt con sus colores cálidos y las formas sensuales de la mujer que desde su desnuda piel blanquecina le regalaba una mirada seductora; el espejo con molduras negras y plateadas; los libros y pequeños cuadros apoyados en la repisa que era el cabecero o en las mesillas... Se acercó a mirar. Las solapas le hablaban del Códice Serafinianus, del Libro de Horas de la Reina María de Navarra, del Códice Voynich, y de un catálogo en inglés de la biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos...

"Típico de Lys. Y luego dice que la rara soy yo. Es una friqui. Esta tía está realmente pirada."

- Son originales, ¿verdad?

Betty dio un respingo, sobresaltada por la voz de Bebe.

- Sí, bastante...Aunque yo usaría otra palabra para describirlos...
- Ya.. Betty, necesito que me ayudes. Necesito otro par de ojos que me ayude a encontrar algo atípico, algo que yo no sea capaz de ver.
- ¿Qué estás buscando? ¿De qué va esto?
- Aún no lo sé, no busco nada concreto, solo entender lo que está pasando. Supongo que me gustaría encontrar una prueba de que Lys no está loca ni desequilibrada. Si la vieras últimamente... Está un poco paranoica. Me ha contado que lleva todo el fin de semana sintiendo que allá donde va la sigue alguien, dice que seguramente es un detective, hasta cree que reconocería el coche si lo viera. Está obsesionada con que podría haber cámaras ocultas y que no puede llevar a nadie a su casa los fines de semana que está sola, ni mantener una conversación segura desde ahí. También cree que le han entrado en el correo electrónico. Hay una dirección IP que aparece en la información detallada de su cuenta que no corresponde a ninguno de los ordenadores que suele manejar, lo he comprobado y es cierto. Tengo que seguir investigando eso. Pero eso no es lo peor.
- Pues con lo que me has contado, ya estoy alucinando...
- He comprobado que el único rastro que ha dejado el italiano es en la red profesional.
- ¿Y eso no demuestra que existe?
- No, se puede crear fácilmente un perfil falso. Podría haberlo creado cualquiera. Incluso ella misma. Lo que no sé es de dónde ha sacado la foto, pero podría ser de cualquiera.
- Ah, entiendo... Estamos igual que estábamos, entonces.
- Sí. Pero al entrar en el perfil de Lys, he descubierto que una de las últimas personas que entró en su perfil entró también en el del italiano. He cotejado los datos y la dirección IP coincide con la de quien entró en el correo.
- Ya, pero no sabemos de quién es, ¿no?
- No, de momento no. Pero sí sabemos que la nueva mujer de su ex no tenía escrúpulos a la hora de entrar en el correo ajeno...  Incluso se jactaba de ello. ¡Hasta tenemos pruebas! Es tan torpe que hace un año envió a toda la pandilla una felicitación de Navidad desde la cuenta de correo que estaba espiando, la de un magistrado, nada menos. Intentó recuperar el mensaje pero no lo logró. Así que estoy casi convencida de que ha sido ella. Lo que no entiendo es lo que busca o qué pretende encontrar. Otra coincidencia es que la fecha en que esa persona entró en el perfil del italiano, es la misma en que este desapareció y eliminó todos las demás pruebas de su existencia, según Lys. De momento, solo quiero comprobar si este existe...
- ¿Y qué pinto yo aquí?
-  Estoy mirando las fotos que tiene impresas pero no me dicen nada, son demasiado antiguas y de todos modos no veo nada en ellas. Aún así querría que las vieras, quizás tú vislumbres algo que a mí se me escapa. También dime todo lo que te llame la atención en la casa.
- De acuerdo, ¿por dónde empiezo?
- Rebusca en su habitación, mira las fotos que hay en esta caja y en el corcho de la habitación de los niños. Yo mientras miraré en su ordenador.
- ¿Y cómo vas a entrar? Si está tan paranoica, necesitarás contraseña para entrar.
-  Je, je, je... Es lo primero que pensé. Pero ya sabes lo despistada que es Lys, pensé que seguramente la tendría apuntada. Y no te lo vas a creer: las tiene todas apuntadas en la primera página de su agenda. No sé para qué queremos tanta tecnología, si al final acabamos dependiendo del papel y del boli de toda la vida.
- Bueno, me pongo a ello. Avísame si quieres que mire contigo las del ordenador.
En el pasillo, entre las dos habitaciones de los niños, había un corcho colgado llenos de fotos de los niños. Eran fotos alegres o divertidas, llenas de colorido y sonrisas. Betty sonrió. Qué propio de Lys eso de crear un ambiente lo más positivo posible para que los niños solo recibieran mensajes de optimismo. Las repasó todas pero solo vio fotos de los niños con distintas edades y en distintos sitios, en la nieve con sus primos, en la playa con Lys y una puesta de sol espectacular, en la casa familiar junto a la chimenea, en el salón del abuelo paterno rodeados de libros antiguos y mapas en las paredes, en el campo jugando con los perros... Las típicas fotos de niños y de familia. No creía que en las habitaciones de los niños hubiera nada de especial, así que volvió a la habitación de Lys. Además de los libros raros, porque lo eran de verdad, había una página del Beato de Girona enmarcada con doble cristal para protegerla y apoyada en un atril de madera. Una gadulka búlgara sobre la mesilla de noche "del visitante". Dos despertadores... ¿Serían los dos suyos? Quizás fuera uno del italiano... Más bien no, simplemente uno no funcionaba.
Abrió el primer cajón de la cómoda y se encontró con que entre los pijamas y camisones había algunos picardías y lencería fina que nunca imaginó que Lys pudiera ponerse. Al coger uno de ellos para mirar cómo le sentaría, vio que aún tenía la etiqueta del precio puesta. Pobre.... Seguramente pensaba estrenarla con el italiano, pero había tenido que guardarlo junto con su ilusión en una cómoda. Había un par de conjuntos de braguita o tanga y sujetador, también sin estrenar. No encontró nada más de interés. Miró alrededor pensando por dónde seguir.
Junto a la cómoda había un par de cajas decorativas de cartón apiladas, quizás se le habían quedado ahí de la mudanza.
Decidió abrirlas de todos modos. Al levantar la tapa, encontró varios artículos dispares, unas chanclas demasiado grandes para ella (sin estrenar, seguramente un regalo para su chico, para que estuviera cómodo cuando fuera a su casa), cajas de medicinas, una depiladora, y varias bolsas y bomboneras de tela y cestitas con jabones fabricados de olor. Sacó las bolsas y miró su contenido. Una de las bomboneras solo contenía artículos de aseo. De repente se le iluminó la cara. El neceser contenía además de los habituales algunos productos masculinos, como espuma de afeitar y maquinilla y un desodorante de hombre. Posiblemente es el neceser que llevaba al hotel cada vez que venía el italiano. Realmente no era una gran prueba. Dentro había también varios botes pequeños con nombre de hoteles. Los apartó por si luego podían seguirles la pista y preguntar en ellos por el italiano. Animada por el descubrimiento, abrió la otra bombonera. Esta vez abrió los ojos como platos. Había un montón de juguetitos eróticos, desde un dildo, hasta unas bolas chinas, pasando por un huevo "Tenga" para hombres, un vibrador, preservativos de texturas y sabores, gel para masajes, un liguero y unas medias de rejilla. Caramba con la mosquita muerta de Lys... Quién lo iba a decir. Algunos estaban aún sin abrir en su embalaje original. Encontró también un ticket de compra de un supermercado erótico de San Sebastián de los Reyes. ¿Es posible que lo hubieran comprado juntos? ¿Que fuera un regalo del italiano? Habría que comprobar el número de la tarjeta, a ver si coincidía o no con las de Lys. Otra posible pista. Lo apartó junto con los botes gel y champú de los hoteles.
No parecía haber nada más de interés ahí.
Miró las cajas vacías de medicinas que había sobre la mesilla de noche. Encontró un par de recetas y tickets de compra de la farmacia. No todos los medicamentos coincidían con los de las cajas vacías, así que lo puso junto a las demás pistas por si Bebe pudiera sacar algo en limpio de eso. En los cajones de la otra mesilla encontró varios artículos de madera para masajes. Ni siquiera sabía para qué servían algunos de ellos, imaginó que unos servían para los pies y otros para la espalda, también encontró un bote de aceite de romero y un embalaje vacío con el nombre "Relaxology" impreso y la descripción de un artículo para masajes en el cuero cabelludo. Pero estaba vacío. Y no encontró por ningún lado el susodicho artículo. Lo cual era muy raro, viniendo de Lys. En una cajita de colores encontró un iPod con sus auriculares blancos enrollados alrededor, y unos tapones de cera con el nombre de una farmacia y su dirección. ¡La dirección era de un pueblo de la Costa Brava! Lo apartó también.

Abrió el armario y se lo encontró abarrotado de ropa que a todas luces tenía más de 10 años, de distintas tallas y estilos. "Uffff. Chándales, vaqueros, sudaderas... El antiglamour por excelencia" Pero también encontró ropa más moderna y algunos vestidos que al menos rozarían el aprobado si de ella dependiera. Los inspeccionó por si encontrara una etiqueta o algo que le diera alguna pista, pero nada. En cualquier caso, las prendas que indicaran que procedían de la costa brava podían significar que tenían más de un año y que eran de cuando Lys veraneaba allí, mientras visitaba a su familia política, pero nunca se sabía. Aún así, no encontró nada que le llamara la atención salvo un vestido azul muy ligero que sí tenía una etiqueta distinta de las habituales. Recordó que en varias fotos del blog aparecía con él y que le contó que se lo había comprado allí, mientras estaba con el italiano. Apuntó los datos que le servían y desistió de seguir mirando, puesto que solo sacaría en limpio la convicción de que a ese guardarropa le hacía falta una buena limpieza de ropa, bien por desuso, bien por aburrida y anodina.

Cogió las pocas cosas que había encontrado y volvió al salón junto a Bebe. En ese momento recordó lo que le había querido preguntar al entrar, cuando el teléfono la interrumpió.

- Por cierto, Bebe, ¿dónde está Lys?
- No te preocupes, está en un lugar seguro.

Betty la miró extrañada.

- ¿En un lugar seguro? ¿Qué quieres decir?
- Betty, no te preocupes por ella, he hecho lo que creo que es lo mejor tal y como se encuentra ahora. Lo he hablado con un especialista. Está aislada de este entorno porque lo que necesita es descansar, estará incomunicada una buena temporada. La he convencido de que es por su seguridad y de que nadie la encontrará allí donde está. Y ella se siente segura y protegida, sabe que es por su bien.

Una idea inquietante cruzó por la mente de Betty.

- Espera, no querrás decir que... ¿Puedo visitarla? ¿O llamarla por teléfono?
- No, Betty, lo mejor es que no la vea nadie en una temporada. Es por su bien y para su tranquilidad. Le sentará bien tomarse un descanso y alejarse de esta vida de locos. Está incomunicada y no puede hablar ni por teléfono. Dejará de agobiarse con el correo, el móvil, los mensajes y todo lo demás y podrá relajarse por fin. Betty, Lys ya no sabía qué era realidad y qué no, empezaba a disociar la realidad, tenía manía persecutoria, momentos de euforia y de depresión profunda... ¡Parecía casi bipolar! Llevaba semanas durmiendo poquísimas horas y con muchísima tensión y estrés acumulados, con los juicios, las deudas, la carga familiar, la casa, los problemas en el trabajo, las amenazas continuas, cada vez más medicación... Si no tenía ya un brote psicótico, está a punto de tenerlo. ¿No lo entiendes? ¡No podía ir a más!

- No puede ser... ¿Cómo has sido capaz...? ¿ Y los niños?
- ¡Betty, para ya! Los niños están estupendamente bien cuidados y felices, no te preocupes más, ¡confía en mí!
- ¡Bebe! ¡Tenías que habérmelo dicho...!

En ese momento volvió a sonar el teléfono y Bebe volvió a salir con él a la terraza para poder hablar.

Betty la siguió con una mirada entre incrédula y colérica, y los nudillos blancos de tanto apretar tanto los puños. Estaba alterada y aturdida. Supuso que los niños estarían con sus abuelos, pero lo de Lys no tenía nombre. ¿Cómo había podido hacer Bebe algo así a Lys? ¿Cómo iba a ser mejor estar encerrada en un psiquiátrico que con sus amigos y su gente? Incomunicada y aislada, ¡se volvería aún más loca! En estos sitios te anulan por completo, te atiborran de medicación que apenas te deja articular palabra con la lengua de trapo y los párpados caídos sobre la mirada ida. Es la forma que tienen de evitar los conflictos entre unos y otros tipos de enfermos. Solo de pensar en Lys en ese estado, le hervía la sangre. Tenía ganas de gritarle a Bebe, de decirle que ella no era quien para tomar esas decisiones, que Lys tenía una familia aunque estuviera lejos y que su familia allí eran ellas dos ahora mismo. Que esas cosas no se pueden hacer de esa manera... Aunque ella misma la hubiera tachado de "pirada" apenas unos minutos antes. Todo tiene unos límites.

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