lunes, 20 de agosto de 2012

Lys Green: Una noche de agosto en Madrid (I)

"Amore, si es que yo en el fondo soy muy tradicional..."

Soy una romántica empedernida, lo reconozco. Por encima de todo adoro sentir mariposas en el estómago cuando evoco tus besos o tus caricias, saltar de un brinco como una adolescente a coger el teléfono por si eres tú quién me llama y sonreír como una idiota mientras whassapeamos, uno más de los presuntos males de la sociedad actual y que Forges omitió inadvertidamente, como bien indicó alguien en la página de Facebook de Balikum Blue. Por primera vez desde que tengo memoria me siento libre, querida, valorada, y en absoluto coartada o limitada en ningún aspecto de mi vida sentimental.  Desde el momento en que tuve plena conciencia de que nuestra relación era consistente, quise apostar por ella. Y es cierto que no nos vemos más que un par de noches cada dos semanas, que nos vampirizamos mutuamente y nos emborrachamos de sexo cuando nos toca, pero somos capaces de eso y de pasar una semana entera juntos sin tener nada más que hacer, ni nada menos, que sentir el calor de nuestros cuerpos cuando se fusionan o acariciar tu pelo mientras tú siesteas y yo escribo mil historias efímeras en mi cabeza. O como aquel día en la playa (antes de que al unísono contuviéramos el aliento, enrededados nuestros dedos, al ver que el cielo vespertino se teñía inusualmente de rojo bermellón y llovía ceniza), en que respiramos hasta saciarnos el mismo aire perfumado de mar y cedro, mientras curioseabas la música de mi iPod con tu cabeza apoyada en mi torso desnudo.  Eso es para mí la felicidad. Y no lo cambiaría por nada.




Antes de conocerte, creo que había emprendido una huida frenética de mi atormentado y atropellado mundo interior, incapaz de alcanzar la paz que lleva a esa felicidad. Traducido en términos de actividad sexual (la que más inmediatamente me proporcionaba un chute de endorfinas y placer hedonista), para conseguir evadirme de mi realidad tuve que mantener en la medida de mis posibilidades dos relaciones complementarias, una intensiva y tormentosa con un amigo con derecho a roce cada dos fines de semana y otra ocasional pero de alto octanaje en muchos sentidos con un cañón de tío, al menos así lo veía yo, bastante más joven, al que le agradezco el haber rescatado a mi vieja conocida Autoestima de lanzarse por el puente de Rande abajo. Esto, entre otras cosas, me sirvió para aprender a romper algunos de los prejucicios e ideas convencionales que tan arraigados estaban en mi fuero interno. También me permitió subsistir y sobrellevar con entereza e incluso humor, en mayor o menor grado, el cúmulo de sucesos desestabilizadores que se sucedían a raíz de mi separación. Ocupaba así cada minuto de mi tiempo para que el desánimo no hiciera mella en mí, y no fui capaz de ver lo quebradiza que era esa campana de cristal tras la que me escudaba. No supe ver que cuando renuncié, porque así lo sentía, a seguir disfrutando de ese frenético y desbocado libertinaje fuera del universo que habíamos creado juntos, para echarle un órdago a favor de nuestra relación, dejaba muchos frentes por cubrir. Fue por eso que varias semanas seguidas de abstinencia y de separación, un par de malditos malentendidos por el whatsapp y la sombra de la certidumbre de que ese tipo de relación a larga distancia se dilataría indefinidamente en el tiempo y había que pelear contra viento y marea por cada minuto que nos regaláramos, habían conseguido resquebrajar peligrosamente mis defensas. El cristal terminó por quebrarse en los últimos quince días. Me pudieron el desánimo y el desaliento, esa saudade que aún reside muy dentro de mi interior y sin la cual no sería como soy.

Amore, lo que me pasaba es que sentía que las palabras que me escribías no compensaban la falta que me hacía respirar el mismo aire que tú exhalabas, impregnarme de tu olor y soñar los sueños que tú soñabas. Literalmente me dolía el corazón porque aunque te tuviera, no te tenía a mi lado. Porque aunque te leyera, no escuchaba tu voz. Y aunque me durmiera, no soñaba tus sueños.

Agosto.

Seguramente hay muchas cosas que se pueden hacer en agosto... Pero también hay muchas que no se pueden hacer. Y otras, posiblemente son solo deseos inalcanzables fruto del "divaning" y la ociosidad.

El domingo me desperté tarde, a mediodía. Había salido hasta las tantas y era el primer día en dos semanas que dormía más de cuatro horas seguidas. Lo necesitaba. Lo que me sobraba, sin duda, eran las copas de más del día anterior. Demasiado tarde para arrepentirse. Recuerdo haber mirado el reloj. Eran las cuatro y media de la madrugada y seguía sentada en la acera, junto al coche, preguntándome qué hacer con mi vida, y cuánto desearía dormirme una noche y no volver a despertar. Hacía meses que no cruzaba esa idea por mi cabeza y eso me hizo reaccionar. Me levanté y me fui a dormir. También hacía meses que mi madre no pasaba por el piso, así que no había luz porque los plomos estaban bajados y tuve que ir a tientas, trastabillando, hasta el baño. Tampoco había agua caliente, ni estaban las camas hechas. No me importó, solo quería dormir, así que me limité a desnudarme, hasta quedarme solo con una braguita. Sentí frío y me arrebujé entre el cubrecolchón y el edredón. Solo quería dormirme y despertar a la mañana siguiente y descubrir que todo había sido un mal sueño... O no despertar. Tenía que dejar de pensar eso. Y recordé que tendría que tomar un antidepresivo antes de dormir. Y que no recordaba haberlo tomado la noche anterior tampoco. Pero no tenía fuerzas para levantarme y buscarlo a oscuras en el bolso. Y pensando en eso me quedé dormida.


Mientras cargaba las maletas en el coche, dejé que el plateado orballo compostelano acariciara durante unos segundos mi pelo y mi piel y me remontara a mi húmeda y gris adolescencia en Compostela, "donde la piedra es arte y la lluvia, poesía". Mientras, hay una ola de calor en el resto de España. ¿Por qué tengo la impresión de que todos los mundos que pueblan mi universo van contracorriente? De mi adolescencia recuerdo vagamente la infelicidad ponzoñosa que se respiraba en el seno de mi familia, y que aún ahora me atenaza y me agota. Fue por ese motivo que emprendí la primera de mis fugas, a estudiar Madrid, con diecisiete años y aferrándome a cualquier excusa. También reconozco haber huido de la inacabable lluvia y los otoños perpetuos de entonces, que marcaron mi carácter pesimista durante años. Aún así, nunca he conseguido deshacerme de esa saudade característica de los gallegos, pero al menos ahora nos respetamos mutuamente. Solo hay que saber llevarla. Desánimo, desaliento, soledad, ponzoña, saudade... Me inundó un repentino sentimiento mezcla de culpa, arrepentimiento y vergüenza por sabe Dios qué patéticos motivos, unos más recientes que otros. Todos esos sentires se confabularon en mi contra. Así que con una resaca del quince por una noche brumosa por los bares de Santiago (qué buena música, por cierto) y más de seiscientos kilómetros por delante, me despedí de mi pueblo con tristeza por la enésima partida y una desagradable sensación de malestar emanando de todos mis poros. Seiscientos kilómetros de soledad, de pensamientos vacuos, de "y si..", de morderme los labios para no llorar.

La radio se pierde continuamente. Ni siquiera sé dónde estoy. No me paro más que dos minutos para echar gasolina y beber un poco de agua.

- "Hola, soy yo, ¿cómo vas?"
- "Saliendo ya de Galicia... qué bien que has llamado".

No era consciente de llevar ya tanto camino recorrido. Su voz de repente me hace olvidar que tenía la boca seca y que el labio me sangra. Soslayo la cuestión de cómo me encuentro de ánimo porque de todos modos no puede hacer nada, y ahora mismo temo transmitirle mi desánimo innecesaria y futilmente.

Cuando dejamos de hablar, no puedo dejar de pensar en que me espera un piso lleno de cajas por hacer en el que, a este paso, acabaré de okupa porque no puedo con el alquiler, la letra del coche y del frigo, la ortodoncia de la niña y el comienzo de curso, libros, chándales y demás, todo el mismo mes y sin ver un euro de mi ex, como en los últimos 8 meses; desde que salió la sentencia debería estar ocupando en la casa en estado de semiabandono de la que mi ex no se va ni con jabón, a pesar de corresponderle su uso a mis hijos y a mí como progenitor custodio, a pesar de haber  ya una sentencia que lo refrenda y a pesar de que sabe que no puedo pagar al mismo tiempo el alquiler y la mitad de la hipoteca (sobre todo si él sigue sin asumir y pagar la pensión alimenticia de sus hijos desde hace meses). En la casa no puedo entrar ni con la policía porque han cambiado la cerradura y necesitan una orden judicial. Acudo con mi abogado a los juzgados y hablamos con el secretario judicial. "Es agosto. La juez está de vacaciones, tendrá que esperar a que vuelva el mes que viene. " Y mientras, ¿qué hago yo? ¿Me voy debajo de un puente? ¿Me va a perdonar el banco la hipoteca por mi cara bonita? ¿Me lío con un juez de guardia a ver si se saca una orden judicial de la manga? No, ya puestos, donde esté un buen sicario... Lo mismo aquel colombiano guapo de Bebe me echa una mano, jajajaja.

Bonito panorama. Me entra la risa floja. La hipoteca no la puedo pagar porque también estoy pagando el alquiler y supone tres cuartas partes de mi sueldo; además yo no vivo ahí aún (mi sentido común me sugiere que quizás él debería pagarme algo en concepto de alquiler mientras no se largue, así que seguramente la justicia diga lo contrario: es la ley de Murphy). Y aún así, para poder asumirla, necesitaría que él me abonara antes la pensión alimenticia y los atrasos, que sigue sin pagar aunque lo diga una sentencia. Encima tiene la desfachatez de enviarme un burofax con amenazas, el segundo. Y eso sabiendo que el primero ya pesó en su contra delante de la juez por razones obvias, y también dice muy poco de la profesionalidad de la perturbada de su abogada. Que dicho sea de paso, es su mujer actual. Tuvieron la delicadeza de casarse el día de las fiestas patronales de mi pueblo, un detallazo. De la catadura moral, ni hablamos. Dios los cría... Su nómina no se puede embargar aún. Es agosto y hasta septiembre no se puede tramitar la ejecución del auto. Por no haber denunciado en su día los malos tratos, y a pesar de haber cinco años documentados de asistencia del Observatorio regional de violencia de género, y al estar mis hijos en situación de desamparo, pero por tener un sueldo, no me corresponde más que una ayuda de 25 euros por niño y mes. "Pero es agosto, tendrá que tramitarla en septiembre." El banco me llama dos veces al día para reclamar el pago de la hipoteca, o para decirme que han devuelto los recibos de gas o teléfono, o que estoy en la lista de morosos. Les contesto, a ver si cuela, con el trending topic del mes: "Es agosto, ¿no se pueden esperar hasta septiembre?" Resulta que los operadores del banco son los únicos que trabajan en agosto, vaya por Dios... A la casera le tengo que decir que me voy... pero no sé ni dónde ni cuándo. Y así hasta el infinito. Son problemas de índole práctica, pero lidiar con eso en el día a día desde hace casi un año, según el estado de ánimo, resulta agotador y descorazonador. Más de una se volvería loca. Así que intento evadirme y lo miro desde fuera, como si eso no me estuviera pasando a mí, y si sale el tema lo cuento medio riendo, como si fuera una película surrealista, un culebrón venezolano o una historia de espías de serie Z. A nadie le gusta oír quejas todo el día, ni yo quiero ser la mártir de turno. Ya estamos, agobiándonos. Le doy mil vueltas a la cabeza y decido cambiar de tema obsesivo.

A ver, otro tema... Me pongo a pensar en el millón de historias que aún tengo para incluir en el blog y a darles forma. Recuerdo que había quedado con D., el contactus interruptus,  para tomar un casto café y conocernos en persona. Aunque solo fuera porque de tanto charlar y chatear ya somos como amigos. Le dije a mi chico que iba a quedar con él el lunes y le pareció muy bien, incluso cruzaron entre ellos unos cuantos mensajes por Messenger. Al poco se me viene a la cabeza que seguramente esta semana empezará el baile de burofaxes, abogados, bancos, policía, cerrajeros, mudanza, cajas... ¿en qué estaría yo pensando? ¿Con el berengenal en el que estoy metida cómo voy a poder salir a tomar una copa o lo que sea con alguien, y encima del foro, que en definitiva dice mucho de lo que buscan unos y otros, y sin estar mi chico? ¿Y cómo estaría de ánimo al día siguiente? Peor que hoy, sin duda. Solo de pensar en llegar a casa y pasar la noche sola, se me viene todo encima.

Las ocho de la tarde. Hogar, amargo hogar. Llego demasiado pronto para mi gusto. Abro la puerta y las cajas vacías invaden el salón. Recuerdo que el lavaplatos había muerto definitivamente y que la nevera está vacía. Lo cual es una suerte, porque tengo que venderla (aunque no terminaré de pagarla hasta octubre) para pagar la mudanza. Me empiezo a angustiar. Si no consigo venderla, quizás pueda hacer un trueque por ayuda con furgoneta o algo así. Recuerdo que es agosto. Mal mes para todo, incluso para hacer una mudanza porque todos los amigos están de vacaciones y hace mucho calor. Se lo había comentado a alguien, no recuerdo a quién, tendré que seguir buscando.

Envío un whatsapp a mi chico diciendo que he llegado sana y salva y que me voy a dar una ducha. Ni siquiera pienso en deshacer las maletas, tengo que salir de ahí. Urgentemente. Además el calor en casa es asfixiante: más de 35 grados. Mientras corro de un lado para otro de la casa semidesnuda, se me ocurre enviar un mensajito rápido a mi fiel amigo S., pero está en Francia de vacaciones. Vaya, es agosto y no hay nadie a quien recurrir... Abro la ducha. En ese momento recuerdo que tenía que llamar para anular la cita. Aunque no me importaría darme una ducha fría con ese calor, me alivia saber que a pesar de haber devuelto los recibos el banco aún no han cortado el gas. Será que como es agosto... Cuando termino de ducharme le llamo, y en el último momento cambio de opinión. "Oye, seguramente no podré quedar mañana al final, pero si te apetece esta noche y me das un rato para ducharme y llegar...".  No sé cómo lo hago, pero al final siempre surge algo o alguien que me salva de morir aplastada por mis demonios personales.

Me pongo el vestido más fresco que encuentro y el único que no está en la montaña de ropa para lavar, sandalias de tacón e intento disimular sin éxito las ojeras y la mala cara de estos días. Imposible, hay cosas que no tienen remedio. Da igual, solo quiero salir de allí cuanto antes. Cojo el móvil y veo un par de perdidas de mi chico; debía de estar duchándome. Así que le escribo, porque mi pertrecha economía no me permite más que chatear. Parezco adicta al móvil, todo el día whasapeando. La realidad es que a quien soy adicta es a él.

Escribo a mi chico:
- Me he duchado y estoy atacada de los nervios aún, necesito salir de aquí, me bajo a Madrid.
- Ah, vale, ten cuidado con el coche, que llevas muchas horas encima, pero si te viene bien, sal. ¿Y qué vas a hacer?
- Le he preguntado a D. si podemos quedar hoy en lugar de mañana, no he encontrado a nadie más con quien quedar, y así mañana no me preocupo ya...
- Ah, vale, ¿y él qué dice?
- Que genial, que estaba aburrido y no tenía plan. Te dejo que le dije a y media y ya no llego, como estoy aquí escribiéndote, jejeje
- Bueno, pero eres mujer, lo entenderá, jejeje
-  ¡Tonto!
- ¡Guapa! No te preocupes, me fío de ti, jejeje :-)
- :-P

Más tarde, vi que había añadido esto:

- Y si te sirve para relajarte, mejor; no quiero que estés allí sola rayándote
 Te sentará bien
 Disfruta y después me cuentas qué te parece
 Si vale la pena
 ;-P
....

Mientras conduzco recuerdo el malentendido del otro día por culpa del whassapp, y retazos de otras conversaciones:

- Querría estar más tiempo contigo y que habláramos de cosas que a mí aún me descolocan. Tú llevas más tiempo que yo en esto, pero yo necesito hablarlo y saber qué espera exactamente cada uno del otro. Nos hemos lanzando de cabeza y estamos muy seguros, pero hay muchos flecos pendientes. Quiero saber qué piensas de cosas sobre las que yo misma no tengo una idea clara..."

[...]
- Necesito hacer ejercicio, pero no veo cómo. ¡Hasta mi madre me dice que he engordado! Más de cinco kilos seguro...
- Bueno, tendremos que practicar mucho sexo, jejeje
- Síiiii. Pero cuando tú no estés tendré que buscar otra forma de generar endorfinas, jejejeje
- jejejej
- Chico, que tengo que recuperar el tiempo perdido, que yo antes tenía a dos al mismo tiempo para "cubrir mis necesidades", y ahora a uno cada dos semanas, jejeje. Estupendo, eso sí, pero el resto del tiempo sequía
- Jejejej, qué quieres decir, ¿que tendrás que buscar un amante? Tú misma, no soy tu dueño...
- En serio, que tengo mono, debe ser por eso que estoy tan depre...
- Tranqui...
- Además, ya lo tengo, el whatsapp
- Qué? Que ya tienes un amante?
- ¡Tú, tonto! Pero por whatsapp
- Ah, vale, no te entendía
- ¿Es que quieres que me busque un amante?
- ...Nooooo. Pero claro, si lo encuentras lo quiero saber.
[silencio]
Porque por lo menos vamos a ser honestos
... Y sinceros, ¿no?

[silencio] No sé si lo he entendido bien. No hay "jejejejes" ni smileys...

- A ver, que si no quisiera no te habría dicho que yo también te siento como mi pareja aunque nos acabemos de conocer, y si lo siento así es porque me llenas. Lo demás es algo que si surge y nos divertimos fenomenal, pero es divertido porque lo hacemos juntos, si no no tiene sentido.
Espera... ¿insinúas que no soy sincera? Porque yo te lo cuento todo desde que nos conocemos, y los dos tenemos un pasado, no nacimos ayer...

- Jejejeje, estoy jugando...

¿Qué está queriendo decir? No oigo el tono de su voz, no sé si leer entre líneas, quiero aclarar la situación.

- Oye, ¿ves como tenemos que hablar más de esto? ¿Qué te pasa?
- Perdona, pero le das demasiadas vueltas a las cosas. Tú te lo guisas y tú te lo comes.

¿Está enfadado? Releo lo que puse antes, no entiendo nada... ¿Me estoy montando una película?

- Coño, he releído lo que puse antes y es una barbaridad, no me extraña que te mosquees, estoy empezando a odiar whatsapp. ¡Suena a lo que no es, sorry!
- A ver, me dices de cachondeo que antes tenías dos para cubrir tus necesidades y te contesto con el mismo tono que lo quiero saber, jejeje, y de repente me dices que tenemos que hablar y qué me pasa... Le das demasiadas vueltas a las cosas. Para ti es un momento difícil y mezclas mucho y todo esto es nuevo, no sabes qué pensar y qué hacer y qué está bien y qué no según tu forma de pensar tradicional. Solo tienes que dejarte llevar y hacer las cosas sin darle tantas vueltas ni más importancia que la que tienen. Tranquila. Las cosas tienen que fluir sin complicaciones. Y que tengas claro que yo te quiero y confío en ti. Y no estoy mosqueado en absoluto, jejeeje, no pienses eso, no es eso.

------------------------------------

- Oye, estoy hablando con D por Messenger
- Sí, yo también he hablado con él.
- Ya, es por la quedada, le dije que tenía que hablarlo antes contigo, no sé qué te parecerá que quede con él, solo es para tomar un café, ¿estáis hablando ahora por Messenger? ¿Me contarás lo que habléis?
- Chorradas, cosas de chicos...

Con la tontería, hablando del tema de si quedaríamos o no alguna vez con alguien y nos atreveríamos a hacer un trío de esa manera, retomamos la posibilidad de quedar con un chico o una pareja para ver si hay química, ¿por qué no con él, pero ya con tiempo? Pero ahora le comento que yo me he echado para atrás, que con la distancia cada vez lo veo a él más joven (tiene veintimuchos) y a mí misma demasiado mayor. Además, creo que quien en realidad le gusta es la mujer que se ha compuesto a base de retazos, de las fotos del blog, de lo que le sugieren algunas de las historias que ha leído, y que me tiene un poco idealizada. Así que cuando me conozca personalmente es posible que él mismo se quite esa idea de la cabeza. No hago más que insistirle en que no soy como él imagina, sino mucho más normalita. Bromeamos varios días sobre eso y me dice que soy muy pesimista y que tengo poca autoestima. Me sorprendo porque realmente así es como veo que era yo antes, negativa, pero creía que ya había recuperado la suficiente autoestima... Vestigios de mi época anterior, supongo. Quedar para tomar algo no nos compromete a nada y solo vamos a charlar, y si por lo que sea veo que habría posibilidad de algo más adelante, lo comento con mi chico y ya está. Es lo que acordamos...

Cuando llego al punto de encuentro, me encuentro a un chico muy guapete, la verdad, pero lo encuentro mucho más aniñado de lo que me había imaginado incluso después de ver sus fotos reales en Facebook. Lo imaginaba mucho más alto y corpulento, pero veo que es de constitución similar a la de mi chico, aunque este es mucho más fibroso porque practica deporte (me encanta su cuerpo, mmmm). Nos damos un beso en la mejilla. Al menos es muy desenvuelto, aunque dice que es tímido, y extremadamente educado y amable. Se nota que está nervioso, y en mí eso es algo intrínseco, así que mis risitas y mi parloteo no deben de ayudar mucho a que se relaje. Me dice que soy tal como se imaginaba, lo que me sorprende gratamente por un lado y me alivia por otro. Pienso que es un chico majo y en el estado de nervios que llevo, le propongo que en lugar de ir a apalancarnos a un café a charlar, que si le apetece que vayamos al centro a tomar algo a ver si hay más ambiente, que yo necesito moverme. Bueno, preví que al menos tenía a una persona agradable con quien ir a dar una vuelta y que nos hacíamos un favor mutuo. Es lo que tiene Madrid en agosto, que te arriesgas a quedarte un poco colgado y sin planes, y amuermado por el calor.

Lo último que me imaginaba, tal como empezó la noche, es que acabaría como finalmente acabó...

Continúa en Betty Red: Una noche de agosto en Madrid (II). Encuentro por el chat

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