viernes, 3 de agosto de 2012

Balikhum Blue: La Bella durmiente serie Z (capítulo I)

No puedo evitarlo.

Me resulta fascinante la última secuela de la historia de los espías durmientes rusos que vivían en Estados Unidos y cuyos aparentemente inocentes hijos se enteraron de sopetón de que sus padres tenían una faceta oculta, mucho más novelesca y apasionante sin duda que las anodinas vidas de cualquiera de sus compañeros de clase, ¡dónde va a parar! Ya en su día me atrajo una historia que no desmerecería lo más mínimo en una comparativa con cualquier relato de Ken Follet o John le Carré en lo más álgido de la guerra fría. Quizás es eso lo que trajo a mi mente ideas inquietantes. Ideas como lo inverosímil que puede llegar a ser la realidad o cómo se habrían readaptado las intrincadas redes del espionaje de entonces a los escenarios actuales. Porque tanto esfuerzo hay que amortizarlo. Y al final es inevitable que brote la paranoica sospecha de que cualquiera pueda ser un durmiente, al acecho de cualquier incauto que tenga un secreto que ocultar, unos contactos que salvaguardar o la llave que lleve a una información que pueda interesar a un tercero. Asimismo, el abanico de "inductores" se amplía y abarca desde caducos estados totalitarios hasta empresas tecnológicas, pasando por magnates del narcotráfico, estadistas de perfil alto y largos tentáculos, poderosos lobbies monopolistas y, puestos a desvariar, hasta asociaciones judeo masónicas. Pero con todo, resultarán siempre menos atractivos que los glamurosos espías a pie de calle, es la ley del populacho. Lo cual es altamente conveniente para los mandamases, porque el foco de atención pasa a los peones en cuyo sueldo va el ser cabeza de turco. Como es normal, alguno saldrá rana, pero es lo raro.

Decíamos que cualquiera en nuestro entorno puede ser un espía, un durmiente o las dos cosas. En efecto, miras alrededor y parece más dormido que durmiente el ayudante o el compañero de trabajo ese que siempre está en la nubes, y al que el jefecillo de turno, el que tiene acceso a los informes más confidenciales, le pide que le mueva el ratón de vez en cuando para que parezca que sigue conectado mientras se tira a la secretaria de la quinta planta en el lavabo, sin siquiera dejar bloqueado el ordenador. Total, este no se entera... O el psicólogo al que el jefe de seguridad de una multinacional le cuenta sin pudor sus incursiones en el BDSM deseando escuchar de sus labios que es algo perfectamente normal y tan saludable que hasta la abuela debería practicarlo regularmente para sus problemas de tensión, mientras el muy plasta no hace más que inquirir acerca del complejo de inferioridad que le atenaza cuando departe con sus amigos, estos que son altos cargos políticos y que fanfarronean de su última prevaricación aquí y una adjudicación "digital" allá. Ni hablamos de la novia esta que conociste "accidentalmente" hace tres años por Internet y con la que tienes tanta confianza que hasta surfea en tu Facebook y tu correo porque dispone de todas tus claves y se permite contestar en tu nombre a tus amigos, esos que tienen el baño forrado de billetes lila; o sin ir más lejos, el barman con el que te emborrachas cada jueves desde hace diez años porque siempre te invita a la última, y que se ríe a carcajadas cuando le cuentas que si no fueras tan extremadamente honesto en tu trabajo en el mercado de futuros o broker o lo que sea de una gran entidad, podrías arrastrar a uno o dos estados mediterráneos de dudosa solvencia a la quiebra con un par de movimientos de tu mano afectada de síndrome del túnel carpiano.

Ahora que sale el tema, permitidme que saque a colación el argumento de una película de espías de serie Z, o una mini-serie, no lo recuerdo bien, que pretendiendo ser intrigante terminó resultando sumamente cómica y me hizo reír a carcajadas de puro absurdo. Pero sí debo decir que tiene la virtud, por señalar alguna, de responder en clave de humor a muchas de esas preguntas cuya respuesta varía según el contexto y las circunstancias de cada uno. Por ejemplo, ¿existe la crisis de los 40? ¿Qué es la pitopausia? ¿Hasta qué punto es cierto el dicho "tiran más dos tetas que dos carretas"? ¿Vivimos rodeados de espías disfrazados? ¿En qué momento las mentiras y el engaño continuados pueden terminar por explotarle a uno en la cara? ¿Existen las "bellas durmientes"? Es más, visto a quién se aplica el calificativo de bella, ¿deberíamos replantearnos el concepto de belleza?

El nada sinóptico relato es el siguiente:

La historia comienza presentando a un hombre de 40 años, de atractivo nulo pero bien situado, alto ejecutivo en una multinacional, que convive con la misma mujer desde hace 20 años y con la que tiene dos hijos maravillosos y un chalet estupendo. Desde que se conocen mantienen un contacto intensivo y frecuente con el mismo grupo de amigos a los que une un estrecho vínculo desde su etapa de universitarios. Las parejas que surgen con pasmosa endogamia dentro del grupo son ideales, la amistad a prueba de bomba, los matrimonios fructíferos y el éxito profesional brilla en este caso por su presencia. El que no ocupa un puesto "interesante" a la vista de los buitres carroñeros que pueblan nuestros cielos (no sé qué extraña asociación de ideas me hace recordar en este momento al SEPLA y a los controladores aéreos), es goloso por sus contactos, los conocimientos que posee o la influencia personal de que goza. En definitiva, más que un bombón, se trata de todo un pastel altamente apetecible para cualquier organización dedicada a la cría de topos y cucarachas (luego se verá a cuento de qué viene esto).

Por otro lado, tenemos a una mujer también en la cuarentena que tiene una existencia aparentemente normal, profesional de prestigio, lo que al principio por determinados fallos de guión, vestuario y maquillaje hace pensar que se trata de una "prostituta de lujo", pero tras un costoso esfuerzo por entender la situación se concluye que en realidad se trata de una "abogada de renombre". Al menos eso es lo que ella vende, pero nada más lejos de la realidad, porque en los casos judiciales en los que había tomado parte su bufete su nombre apenas aparecía de refilón, y se insinúa que lo mismo podía ser la que se encargaba de las fotocopias que la que mantenía al largamente vituperado jefe satisfecho tras las correspondientes maniobras guturales y lingüísticas bajo la mesa de su despacho. Tras su impostado glamour, sus altos tacones, sus elegantes aficiones, como la hípica, las ginebras caras y la ropa de marca, se esconde a duras penas una mujer que quiere ser una Matahari pero no deja de ser una hembra vulgar, chabacana, cazallera, fumadora y roncadora en su vida privada, pero perfectamente adiestrada para engañar al más perspicaz de los mortales sobre su cara oculta. Por desgracia, al tratarse de una película de bajo presupuesto, la actriz elegida por sabe dios qué borracho recalcitrante en el momento de máxima embriaguez, es inusualmente andrógina, escuálida, sin una sugerente curva con la que incitar a la exaltación de la masculinidad circundante, y por lo que más adelante inferí, posiblemente alcohólica en la vida real, de ahí ese característico físico enfermizo. Así que no queda más remedio que tirar de rellenos, fajas, lentillas y cubreojeras, aunque hay narices aguileñas que no se pueden ocultar, y a pesar del disfraz el buitre carroñero nos recuerda más a una urraca ladrona o un grajo que a una elegante águila.

Volvamos a la historia. La susodicha, cuya vida transcurre por imperativo y disposición del buitre jefe sin llamar mucho la atención ni dar la cara más que para enfrentarse a quien la quiera chulear, va dejando tras de sí un rastro de despojos exprimidos de hombres engañados, vapuleados, maltratados o manipulados, entre los que se encuentran compañeros de profesión, profesores universitarios, magistrados y hombres de cierta envergadura social. Llegado este punto, se desvela que la glamurosa mujer no es más que una "durmiente". Por desgracia para sus captadores, y aunque podría haber pasado a los anales del espionaje como una recordwoman por su larga actividad sin ser detectada, igualando a Juan Lázaro por haber sido captada ya en su adolescencia, la patética realidad es que simplemente se necesitó mucho más tiempo de preparación de lo habitual, ya que es una de esas raras agentes que más que rana, les salió "sapo". Así que ante el dilema "volvemos a empezar desde cero y todos estos años a la m..." o "aprovechamos lo poco que se pueda y huimos hacia delante", optaron por lo último. From lost to the river. Así pues, se trataba de una mala espía en modo de hibernación inducido, una especie de "topo" cojo y mal cavador, aunque por su existencia que se antojaba molesta hasta para sus captores, la cuestionable virtud que era su capacidad para adaptarse y moverse en los ambientes más turbios y contagiar de toxicidad su entorno, y la dificultad para ser detectada y erradicada, casi sería más apropiado calificarla de "cucaracha". La agente, que ignorante de sus propias limitaciones y cegada por su soberbia y su prepotencia se creía más lista y capaz que nadie, no solo se lanza sin red a la ejecución de su misión "oficial", sino que se siente más que sobrada para autoimponerse una meta personal adicional, al tiempo que va allanando el terreno para su misterioso objetivo secreto. Como tampoco el guionista debía de andar muy inspirado, el fin en cuestión resulta bastante endeble y decepcionante, por lo que aquí flojea bastante. La cuestión es que tras haber dedicado la mayor parte de su vida fértil al desempeño de su misión, siente que llega su última oportunidad de realizar sus ambiciones personales. En definitiva, que no quiere que se le pase el arroz, hablando en plata.



Su afán por simultanear ambas misiones le hace cometer algunos fallos: empieza a soltar perlas como "a los mejores se los llevan mis amigas" o "qué buenos genes tienen estos niños" en lugar de los neutros "qué marido más majo tienes " y "tus niños son una monada". Se aprovecha de su rol de letrado para separar a varias de las parejas de su entorno, ocupándose siempre de la defensa de los machos, con los que ella, dicho sea de paso, se siente más identificada que con las mujeres, que a su modo de ver son siempre unas aprovechadas, interesadas, mentirosas y unas mantenidas. Llega a afirmar en un alarde de prepotencia que "siente vergüenza de género". Aunque esto lo pone en duda quien la conoce porque duda mucho que tenga ningún tipo de vergüenza. Estos conceptos adquirirán una relevancia almodovariana avanzada la película, lo que ya tiene mérito dada la pobreza de los materiales. La acumulación de errores y la coyuntura socioeconómica del país precipitan irremisiblemente el inicio de su misión "oficial", aquella para la que la han estado preparando con más paciencia de la debida, y por ende su misión secundaria, hasta el punto de que llegan a solaparse. Se las apaña para que la despidan de su trabajo, lo que no es difícil dada su escasa valía y dudosa probidad, y escudándose en la necesidad de un cambio de aires abandona sin mirar atrás la ciudad de provincias en la que ha dormido literalmente más de 25 años para trasladarse a la capital, que es donde en definitiva se desarrollará la parte más enrevesada de la trama.

[continuará]

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1 comentario:

  1. "Truth is stranger than fiction, but it is because fiction is obliged to stick to possibilities, truth isn't."
    -Mark Twain
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    "I’ve made up stuff that’s turned out to be real, that’s the spooky part."
    -Tom Clancy

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